¿ATERRADORES O DESTERNILLANTES?
No siempre son aterradores: 5 monstruos japoneses con los que no podrás parar de reír
Pese a que su simple mención puede provocar un auténtico ataque de pánico a muchos japoneses, a ojos occidentales estos resultan cómicos.
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En Japón nos han demostrado que son auténticos expertos en historias y leyendas de miedo. Un simple vistazo a su cultura más tradicional nos muestra que tienen una gran unión con las historias de terror, algo con lo que llevan conviviendo muchos años. Sin embargo, no se limita simplemente a presentar monstruos que provocan auténtico pánico, como es el caso de los niños fantasma en la base aérea de Kadena, sino que también nos presentan en algunas ocasiones leyendas urbanas que, a ojos occidentales, pueden resultar graciosos.
Si bien hablarle a un japonés que conozca profundamente la historia puede suponer un momento de pánico e incluso quitarles el sueño (especialmente a los niños que las escuchan), para nosotros resultan peculiares y, no vamos a mentir, incluso pueden llegar a sacarnos alguna carcajada. A continuación vamos a compartir contigo la historia de 5 monstruos que pueden llegar a sonar ridículos para los occidentales.
Akaname
Empezamos con fuerza hablando de uno de los yokai más particulares que se presentan dentro de la mitología japonesa. De hecho, su nombre puede incluso resultar bastante descriptivo puesto que significa “succionador de inmundicia”. Y no, no se trata de una forma elegante de decir que va a eliminar el mal de las personas, sino que realmente la finalidad de este yokai es la de succionar excrementos. Según la leyenda, este se cuela en los baños antiguos o descuidados, succionando con su larga lengua los desperdicios que se encuentran a su alcance. Esto es lo que lleva a que, en algunos momentos, se escuchen ruidos por la noche desde el baño. Eso sí, a la mañana siguiente el baño aparecerá limpio, aunque más de un niño no se atreverá a ir al baño durante la noche.
Ittan-Momen
Como bien sabéis, para la cultura y religión japonesa todo en este mundo tiene alma, de ahí que nacen los tsukumogamis. No solo las personas tienen alma, sino que también los animales, almas e incluso los objetos. Pasados 100 años, estos objetos se convierten en un yokai, incluso una botella vacía o incluso un rollo de papel higiénico. El Ittan-Momen es un yokai que nace de un rollo de tela que, según cuenta la leyenda, flota por las noches en el aire, atacando así a las personas. Este no duda en enroscarse a su alrededor, cubriendo cuello y cara, para de ese modo evitar que su víctima pueda respirar.
Nurarihyon
La historia de este yokai nace en la Prefectura de Wakayama, situada al sur de Honshu, la isla principal del archipiélago nipón. Su representación normalmente se centra en la de un señor mayor cuya cabeza tiene forma de calabaza y está vestido con el típico atuendo de los monjes. No aparece en cualquier momento, sino que se presenta en las casas de las personas mientras están fuera, actuando como si se tratase de su propio hogar. De hecho, se habla de que incluso puede llegar a prepararse el té como si la casa fuese suya.
Bakezori
Seguimos en la línea de los tsukumogamis, donde se presenta un objeto que ha cumplido 100 años y que, por lo tanto, ha conseguido tener su propia alma. Este se trata del Bakezori y, para sorpresa de todos, se trata de una sandalia parlante. Esta es representada como una pequeña sandalia japonesa vieja en el que se puede intuir un ojo y una boca con una lengua muy larga. No se trata de una criatura agresiva, pero busca asustar a las familias. Para ello, corre alrededor de las casas haciendo ruido y cantando “kararin, kororin, kankorin!” cuya traducción es “dos ojos, tres ojos y dos dientes”. Eso sí, a pesar de no ser realmente muy terrorífico, muchos afirman que prefieren evitar a este pesado bromista.
Shirime
Este puede ser el yokai más peculiar de todos los que os hemos mostrado y, de hecho, el único que es capaz de verlo todo ya que, en lugar de ano en su trasero, tiene un gran ojo. Su nombre es realmente descriptivo puesto que se traduce como “nalgas ojo”. Su leyenda habla de que hace mucho tiempo un samurái caminaba por la noche en Kioto cuando, de pronto, escuchó a alguien gritar. Ordenó a la voz que se mostrase y, cuando se dio la vuelta, se encontró con un hombre quitándose la ropa y señalando sus nalgas. Y ahí, de forma inesperada, se encontró con un gran ojo resplandeciente que se abrió en su ano. ¿Qué sucedió entonces? No se sabe puesto que la historia termina ahí, pero eso no impide que se trate de uno de los monstruos más conocidos.
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