Ángel y Clara son el claro ejemplo de polos opuestos que por una extraña razón se atraen mutuamente. Él pretende llamar la atención de Clara con un toque intelectual que ella cala a primera vista. Y aunque resulte curioso, es precisamente la ignorancia de Ángel, lo que a esta compositora, que busca un hombre triste y dispuesto a sufrir, le atrae. Tanto es así que su cita concluye acostándose juntos. Y aunque los dos parecen que estuvieron en la misma cama, cada cual lo vivió de manera distinta.

Jacobo es la imagen fiel del hombre prepotente y chulo que se cree imprescindible para una mujer. Fany es una soñadora que busca un hombre de película. Su cita comienza en un restaurante donde ella pretende impresionarle. Mientras, él busca la mejor manera de hacer que Fany se sienta mal, para después sacar su arma de seducción. El beso.

Una clave infalible que consigue que Fany quede rendida a sus pies y a su cama. Todo parece de nuevo cuajar entre los dos, hasta que él hace un nuevo comentario algo desafortunado que provoca una reacción que poco podía esperar de Fany. Puede que él le haya humillado, pero la nariz de Jacobo tardará un tiempo en curarse.

Rubén y Laura son el mejor ejemplo de la atracción fatal entre dos personas que intentan esconderlo en las disputas típicas de los primeros encuentros. Él es un artista que utiliza su cámara como pretexto para ligar. Laura cree que él no encajará nunca con ella a juzgar por su primera cita, en una terraza, y algo violenta. Pero la tensión entre ambos declina en la casa de Laura donde descubrirán que son polos opuestos que encajan a la perfección. Y aunque ambos esperarán que el otro diga algo que permita verse en una segunda cita, ninguno se atreve a dar el paso y lo que es peor, se quedan con las ganas.