Volvemos a vivir Alone in the Dark

Ayer mismo veíamos que uno de nuestros clásicos favoritos, Alone in the Dark, estaba disponible para iOS por sólo 0,89 Euros. Ni cortos, ni perezosos, hemos cogido nuestro iPad, hemos descargado el juego, y sin previo aviso, sin preparación alguna, hemos grabado un gameplay, para que asistáis de primera mano al reecuentro entre dos grandes amigos: a un lado, nuestro amado juego de Infogrames, al otro un jugador viejuno que hacía, al menos, 22 años que no tocaba el juego que tantos sustos y tanta congoja le procuró en su tierna infancia.

Lo que Atari ha hecho devolviéndonos el juego es, principalmente, trabajar muy poco. Han porteado las versiones de PC del clásico con un control mínimo por parte de las plataformas táctiles. Lo notamos principalmente cuando nos tenemos que mover a través de los menús con los cursores, en lugar de poder pulsar las cosas directamente.

De hecho, hasta podemos ver en el menú principal la función de Salir a DOS.

El juego, por su parte, mantiene el mismo aspecto del orginal. Aquí no vamos a poner pegas, porque aunque el juego arrastre todos esos años, a las pruebas nos remitimos, cuando los juegos se remakean demasiado, la sensación de nostalgia se pierde y la magia se va por el retrete.

Alone in the Dark continúa siendo un juego complicado, difícil de controlar, pero con el toque de mala leche y obligación a memorizar el recorrido que tenían los juegos en aquella época. Es un título que todos los niños rata de hoy en día deberían probar, como castigo, para demostrar que sus habilidades camperas en el CoD no sirven para nada en la vida real. Y, en definitiva, es un clásico al que sólo se le puede coger cariño. Ahora, ya me vale haberme aterrorizado como aterrorizaba cuando era más joven jugando a un título con enemigos semejantes. ¿Se puede saber qué era eso? ¿Un perro? ¿Un ornitorrinco? ¿Una marsopa peluda?