Análisis
Nos convertimos en superhéroe con InFamous: Second Son
Después de unos meses en el mercado llega el primer gran juego para PlayStation 4. Un juego abierto en el que tendremos que decidir si convertirnos en salvador o en amenaza de una ciudad de Seattle tomada por el ejército.
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Sí, es cierto, InFamous Second Son es el juego más esperado de la exitosa PS4. Es, esta vez sí, el primer juego que realmente deja ver de qué va esto de la nueva generación de videoconsolas. Y tiene otro aspecto muy interesante: es, de verdad, un título que sólo tiene sentido en videoconsola. No es un juego que pueda verse con el mismo impacto con un PC. Tiene esa cosa que tienen los juegos exclusivos de PlayStation: sabe estar en el medio en el que se mueve.
Con todo esto claro, sabiendo ante qué nos encontramos, vamos a la materia.
El nuevo juego toma de la serie InFamous dos elementos: el mismo mundo y sus normas. Sí, hay superhéroes y sí, los superhéroes son, al más puro estilo Marvel, proscritos, cazados por el gobierno y una especie de representación de la rebeldía contra las leyes establecidas. Respecto a las normas, al igual que en los dos primeros juegos de PS3, podemos elegir con una serie de acciones básicas, en qué bando nos movemos. Nada demasiado sofisticado, nada excesivamente profundo. Simplemente, decidimos sin hacer un uso destructivo de nuestro poder y matar a algunas personas o si dejarles vivir. Pero ya es un elemento lo suficientemente interesante como para tenerlo en cuenta.
La recreación de la ciudad de Seattle es impresionante. Pero no pega con la historia que se está contando
La historia nos pone en la piel de Delsin, un joven rebelde, hermano de un policía de provincias, en un pueblecito en las afueras de Seattle, que un día ve en primera persona un accidente con una furgoneta. Al ir a ayudar, descubre que los accidentados tienen poderes. Y, sin quererlo, absorbe los poderes de uno de ellos. Desde ese momento se convierte en fuego para atravesar parecds y adquiere una facultad de recuperación a las heridas que haría morirse de envidia a los soldados de Call of Duty (o no, no sé cuál de ambos tiene ese poder más exagerado).
A partir de ahí, el joven se introduce en una historia de acción con superpoderes que puede ir desde la venganza a la salvación según lo que elijamos. Poco a poco iremos robando nuevos superpoderes, podremos mejorar los que ya tenemos y podremos realizar todo tipo de tareas asombrosas (podremos terminar lanzando misiles o realizando todo tipo de golpes acrobáticos). Y todo en un entorno abierto, que hará que podamos tomar decisiones de rumbos tan importantes como las que marcan nuestra filiación por el bien o por el mal. Para rematar, unos gráficos, que siento insistir, pero que rozan lo sublime. O, al menos, mejora todo lo visto hasta la fecha. Algunas animaciones faciales en las cinemáticas son un chorreo de calidad (recomiendo especialmente fijarse en las expresiones de Betty, la anciana del centro social que sufre un ataque al comienzo del juego).
Pero, claro está, no todo es luz y color. Vamos con los grises de este juego, que también los tiene.
Para empezar, el personaje principal, no cae demasiado bien. Es un adolescentes estereotipado, con pintas de adolescente y comportamientos de adolescente. Tanto cliché en una edad que no suele caer simpática a nadie excepto a los propios adolescentes (y ni siquiera) hace que te sientas alejado un poco de sus motivaciones. Personalmente, su aspecto de modernillo guay termina estomacando un poco.
Por otro lado, tenemos el tema del robo de los superpoderes. Está genial que puedas convertirte en varios superhéroes, copiando las facultades de otros conductores que conozcamos. Pero, al final, esta facultad no aporta demasiado al juego. Los poderes de cada uno de los superhéroes terminan siendo demasiado parecidos. La mayor diferencia es, en todo caso, que visualmente no es lo mismo unas llamas y humo que luces de neón. Pero, en definitiva, obtienes los mismos resultados y no te sientes más maravilloso por ello.
Por último, uno de los puntos que más me ha gustado y que no: la ciudad de Seattle. Tenemos que admitir que se ha representado perfectamente el espíritu de una de las ciudades más carismáticas y bellas de los EE UU. Pero, claro está, se ha hecho tan bien, se ha cuidado tonto su apariencia, que no pega ni con cola en la historia que nos están contando. Nos presentan una historia con tintes distópicos: las tropas de la DUP tienen sitiada la ciudad. Ponen celdas, verjas, controles de seguridad. La ciudad está fuertemente tomada y los habitantes están oprimidos, no son libres. Pero todo es tremendamente amable, con tonos cálidos, con luz de primavera después de una ligera tormenta espontánea. La vida, el aire cultural de la ciudad real se respira en el juego. Vemos vida, pero la justa, gente andando por la calle, paseando, sacando sus paraguas... Y en medio de toda esa cotidianidad, estamos nosotros saltando de tejado en tejado. Claro está, edificios de cuatro plantas, sin sensación de riesgo, intentando robar luces de neón o humos de chimeneas en azoteas con solárium súper monas.
Es un juego que demuestra indudablemente el potencial de una consola como PlayStation 4 a nivel técnico
Como decimos, el trabajo que se ha realizado para mostrar la ciudad es increíble, pero hace que el juego peque de lento o de falta de carisma. En una historia en la que tenemos que elegir si ser un terrorista o un salvador no basta con poner a cuatro soldados de vez en cuando disparar sin mucho sentido. Le falta cuerpo y ritmo, le falta que veamos realmente una Seattle gris, que haya perdido su color, con muerte en las esquinas, con verdadera opresión. En su lugar, vemos algo a medias tintas, intentando dejar un trabajo impoluto, pese a que lastre el contenido.
Esta es sin duda la sensación general del juego: la física del personaje es pobre, no ofrece sensación de peso al controlar a Delsin, no motiva a hacer sidequest (sobre todo porque ser completista es un poco rollo, resolviendo las mismas misiones barrio tras barrio de Seattle) y pasas el tiempo deambulando por una ciudad en la que, aunque el juego te diga que eres bueno o malo, no sabes realmente si lo que haces es correcto o incorrecto (cuando te nombran campeón de la ciudad no puedes ni contar la de coches que has destruido en tu recorrido).
Las intenciones se ven. Sucker Punch es un estudio sólido, que hace juegos muy bien acabados. Pero siempre terminan adoleciendo de algo que, por ejemplo, a sus amigos de Naughty Dog les sobra: alma. Mientras que en The Last of Us (o en Uncharted) acabas amando a sus personajes, cogiéndoles cariño, conociéndoles, en InFamous (y es lo mismo que le pasaba a sus antecesores) la relación es más lejana. Sus lanzamientos no encajan con el jugador emocionalmente.
Tal vez en este caso, el motivo por el que esto sucede es, simplemente, que tenemos delante de nuestras narices un juego que es premeditadamente adolescente: con personajes de esa edad, con temáticas de esa edad (graffiti, parkour), con mensajes para esa edad (el juego está empapado de un mensaje en contra de las drogas que nos parece muy correcto, pero parece diseñado para un público únicamente adolescente)… De momento, a nosotros, pese a sus numerosas virtudes, nos ha dejado bastante fuera. Ahora bien, el nivel técnico deja la puerta abierta a un sinfín de posibilidades de lo que nos deparará en el futuro PS4. Esperamos verlo pronto.
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