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Análisis

Bodycount

Nos llega la última obra de las mentes detrás del inolvidable espectáculo de destrucción llamado Black.

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El problema es el de siempre. En esto de los videojuegos, ni hay autores que valgan. Vale, unos estudios que han creado un juego realmente divertido, original y refrescante, es fácil que vayan a acertar con su nueva propuesta. Pero, en los videojuegos, o eres original, o tienes dinero. Y para muchas propuestas vale sólo lo segundo.

En su momento, Criterion era un estudio tocado por la fortuna. Había realizado una serie de juegos de conducción realmente irreverente, y habían cogido cierta fama. Lamentablemente, la distribuidora que puso en el mercado sus juegos, la ya olvidado Acclaim, murió, dejando huérfanos sus juegos.

Por allí que pasaba Electronic Arts y decidió quedarse los estudios, dándoles la oportunidad de que siguiesen con su trabajo. Desde entonces, además de diluir su serie Burnout, consiguieron lanzar un nuevo concepto de shooter. Nos referimos a Black, un juego cuya premisa era permitirnos destruir todo lo destruible en un paquete de acción pura y dura.

Hoy Criterion casi no existe. Sí, son los encargados de Need for Speed: Hot Pursuit, y siguen demostrando un nivel de calidad superior al de otros estudios. Muchos de sus integrantes se han ido de la casa, ara buscar fortuna. Pero no la han encontrado del todo.

Una obra que recuerda a Black pero que no llega a susperar al clásico

Gran parte de los creadores de Black ha encontrado un pequeño paraguas que ha llevado adelante su último producto, Bodycount, un juego en el que ejércitos privados interfieren en el curso de la política internacional, colocando y quitando gobiernos en países del Tercer Mundo. Un juego en el que sólo cuenta la acción y todo lo que te lleves por delante, que recuerda muchísimo a aquel Black. Pero que, denota una serie de fallos que nos llevan a una triste conclusión: cuando Criteron lanzó su shooter, había dinero. Y ahora, no lo hay.

Lo que tenemos entre manos es el clásico quiero, puedo, pero me faltan recursos, que hace que un juego fracase. Hoy en día, competir en el mundo de los shooters es complicado, muy complicado. No todo el mundo se puede permitir estar en esta guerra. Y, por mucho que te avale tu pasado, no puedes tener en tu currículo como máxima referencia algo que colocaste en las tiendas hace 6 años, cuando detrás de Playstation ponía un 2.

Los gráficos que vemos ahora son tirando a pobres. No ofrecen un completo detalle, no son de una calidad pasmosa, no nos hacen vibrar. Y estamos hablando de los días en los que Battlefield 3 y CoD: MW3 están a punto de salir al mercado a dejar bien claro cómo se juega a esto de hacer shooters en primera persona.

El sistema de juego, pese al toque descacharrante y explosivo, tampoco está tan depurado como cuando salió Black. Ahora los juegos de acción son mucho más sólidos, que permiten una serie de funciones estándar, como las coberturas, los sistemas de apuntado, como todos estos detalles que encontramos en cualquier juego de acción que se precie, Bodycount se limita a que haya explosiones y disparos a lo loco, sin más.

En muchos aspectos, parece un juego del pasado que ha sido relanzado en HD, porque tiene una serie de problemillas, como las coberturas, que podrían haber pasado en 2002, pero que hoy hacen que torzamos un poco la boca.

Por supuesto, estos señores hicieron grandes juegos. No debemos olvidarnos de su pasado. Si los grandes pensadores de algún Infinity Ward o Bungie montasen sus propios estudios, cayesen en desgracia y no contasen con la financiación del pasado para contratar al suficiente número de grafistas y programadores para hacer un buen proyecto como los del pasado, también sucederían cosas como esta. Ahora bien, la esencia es la esencia. El juego, si se plantea como un revival de los pasados “locos 2004”, el juego encaja. En aquella época habría sido un clásico, un título rompedor. Hoy se queda con el mal rollo de ser un juego cuyo único y mayor reclamo es que es de los creadores de un juego mejor. Es una pena...

 

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