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Análisis

L.A. Noire

Nos metemos en un mundo elegante, leno de lujo y en el que las estrellas relucen más que nunca dentro del todopoderoso Hollywood. Y, una vez en él, buceamos en sus crímenes y sus bajezas. ¡Bienvenidos a L.A. Noire!

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La sensación de comenzar a jugar a L.A. Noire, después de tanto tiempo viendo vídeos, probando casos sueltos, de ver, leer y escribir tanto, es algo extraña. Digamos que, de repente, te cuesta entrar en un lugar en el que te encontrabas realmente cómodo en los pródromos del juego. Es como si lo que encajaba en tu cabeza se quedase algo deslabazado cuando nos ponemos a ver el puzzle desde una distancia considerable.

Sin embargo, hasta esa sensación es parte de la magia de Rockstar y Team Bondi. El desdibujar los conpcetos para luego ponértelos otra vez delante y darte cuenta de cómo son realmente las cosas.

Todo en L.A. Noire hule a clásico: desde su ambientación cinematográfica a la calidad de las historias que nos cuenta

L.A. Noire puede ser muchas cosas. Pero ninguna es mala. Porque no pretende ser nada de lo que muchos críticos decepcionados le han acusado. ¿Le falta acción? ¿Quién dijo que tuviera que tenerla? ¿Es conductivista? ¿No lo es más un libro? ¿Es demasiado fácil? Pues quita la pistas sonoras y busca otras maneras de plantear los casos.

El problema que puedes encontrar al enfrentarte a un juego de esta enorme calidad es que no sepas dejarte llevar por él. Sabemos que a veces es dífcíl, que no todo el mundo puede decidir pasar varias de sus horas libres mirando el suelo de un oscuro callejón. Pero, de verdad, el resultado merece la pena. Primero, porque las pequeñas historias que dibujan el todo, se convierten en grandes y apasionantes relatos en los que el día a día de una magnífica Los Angeles PreAutopistas queda perfectamente dibujada delante de nuestros ojos. Lo segundo, porque, pese a que el juego peca a veces de algo de repetición o de lineal, te sientes realmente partícipe de algo mejor que la puntería o de las habilidades físicas. Eres partícipe de la deducción, del guión. Piensas a la vez que Phelps, razonas como él. Quieres llegar a las conclusiones de la situación expuesta antes que nadie te destripe tus razonamientos. Y no hay nada más bello que saber que aquel hombre que cayó a la carretera, supuestamente borracho, y que murió supuestamente en el atropello, realmente llegó a esa situación tras haber sido apuñalado por el amante de su mujer, con el cuchillo ensangrentado que encontraste en aquel pestilente cubo de basura. Todo, sin que el forense haya encontrado todavía las heridas por arma blanca que segaron la vida de la víctima.

Lo tercero y, si cabe, más grande de L.A. Noire es el respeto que se repira en todos y cada uno de sus pasajes por una época diferente. No, no nos referimos sólo hacia los años 40 como tales. Nos referimos a una época artística, cultural, a la moda de aquellos años. Vemos un reflejo de una sociedad, una forma de vestir, un modo de vivir. Por un lado tenemos la elegancia de las colindancias de Hollywood, por otro la basura que rodea a todo aquel que intentó llegar a él, pero se quedó en el camino, entre drogas, alcohol, prostitución y algún tipo de bajeza más.

Vemos el mejor cine de la historia, a los mejores en el género, los auténticos clásicos. Hay casos de todo tipo, con historias inspiradas en las mejores películas, desde M, a Perdición, pasando por El Halcón Maltés, Chinatown… También escuchamos acordes que bien podía haber compuesto el Maestro Jerry Goldsmith. Respiramos un ambiente culto, que nada tiene que ver con barrabasadas actuales en los que la cultura poca mella hace. L.A. Noire es bello por todo eso. Porque rebosa de clichés del cine bueno y menosprecia los de los videojuegos malos. El único detalle que podríamos criticar, por supuesto, es que es demasiado culto, demasiado hermoso, demasiado elegante para todos los públicos. No todo el mundo disfrutará con él, porque no todo el mundo busca pensar, razonar, mirar o revisar cubos de basura en sus ratos de ocio. No todo el mundo querrá mirar a los ojos de una mujer que acaba de perder a su marido para saber con su mirada si realmente ella añora al que fue su esposo o si tiene que ver algo son su desaparición. Y, desde luego, no todo el mundo disfrutará escuchando lo que esconden las palabras de todos esos testigos que tendremos que hablar. Después de todo, tampoco es ni medio normal que los videojuegos gasten páginas de guión. Y cada uno de los casos en los que trabajaremos en L.A. Noire esconde más guión que todo un Call of Duty.

Esperemos que la fórmula perdure, por siempre, y que en breve vuelvan nuevas aventuras similares. Tal vez en Nueva York, tal vez en la misma Los Angeles. Estaremos ansiosos de que así sea.

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