Análisis
Uncharted 3: La Traición de Drake
Drake vuelve con una aventura que le llevará a revivir hasta su más tierna infancia.
Publicidad
Nathan Drake es ya tan importante como cualquier otro personaje de la historia de los videojuegos. Está a la altura de Snake, Guybrush, Jefe Maestro y, p Jak y su inseparable Daxter. Sus aventuras se han convertido en un referente que, si cabe, han conseguido desplazar al todopoderoso Kratos como rey absoluto de las videoconsolas de Sony. De hecho, su primera aventura de bolsillo, que podremos disfrutar en PS Vita, se ha convertido en el mayor reclamo de la nueva consola.
Con todas estas bases, no es de extrañar que, hoy en día, su nueva aventura para Playstation 3 sea uno de los juegos más esperados del momento. Un juego capaz de alentar a las masas con sus propia presencia, capaces de no comprender que no se le dediquen las mejores puntuaciones del mercado.
Pero, claro está, conseguir ser un hito con pocos años a sus espaldas y unas entregas, tal vez, que se hacen poco esperar al llegar tan solapadas, no es moco de pavo.
Por eso, celebremos todos la llegada de este Uncharted 3: La Triación de Drake, el que, según se mire, es el peor y el mejor juego de la saga. Ya puede empezar la ira de los defensores.
Un juego grande como su propio nombre, pero que, tal vez, se haga sombra a si mismo
Por un lado tenemos un juego precioso, cargado de detalles y con una historia realmente trabajada. Por fin se toma en serio la premisa de la saga de que el protagonista es descendiente directo de Sir Francis Drake, el pirata oficial de la Corona de Inglaterra en la era victoriana. Aquí, aunque se obviase en la segunda entrega (el juego, por otro lado, más completo de la saga), todo gira en torno al pirata Drake y sus tesoros. De hecho, la búsqueda de Nathan se remonta a su pasado, 20 años antes, cuando de niño ya soñaba con encontrarse con alguna pista que le condujese a conocer algo más de su antecesor. Momento en el cual comieza también la relación entre Nathan y Sullivan, su compañero inseparable.
En ese sentido, el juego es genial. Como también lo es en mostrar, o más bien, en regalarnos momentos espectaculares, que resultan a los ojos más bellos que la propia experiencia de estar en persona en esos parajes. El momento del carguero en el desierto roza lo sublime, así como el hundimiento del barco, en el que las físicas del agua consiguen su mejor exponente hasta la fecha visto en un videojuego. Momentos dignos de un museo como en Uncharted 2 lo eran otros como el del hotel del Tibet o el del tren en un precipicio al comienzo del juego.
Y, ahora, vamos con lo malo. Uncharted 3: llega demasiado pegado a otros grandes juegos, como Batman: Arkham City por delante y Assassin’s Creed: Revelations por detrás. Y, en muchos aspectos, se queda cojo si comparamos en plano general. Cierto es que ni la aventura de Batman, ni la de Ezio, llegan al alcanzar el nivel de acabado, de filtrado y de luces que Naughty Dog ha utilizado en su obra. Los gráficos de ambos títulos no son peores, ni mucho menos, que los de la aventura de Drake. Pero, en prácticamente todo lo demás, el juego de Sony está por debajo. El control es, en muchos momentos, torpe. La linealidad de sus escenarios es excesiva. A veces, incluso, roza lo ridículo que te maten por saltar una distancia que has superado en otros momentos, porque permitirte hacer ese salto significaría saltarse la linea recta que nos han marcado. El juego es bonito, a rabiar, pero cuando te sales del recorrido que han marcado para ti, ves que todo ese espectáculo está dibujado en un plató y que más que un juego estamos delante de un recorrido de un parque de atracciones.
Las peleas con otros personajes, pese al toque cine que le han dado, quedan en ridículo frente a la brutalidad de Batman. Las secuencias de tiroteos no tienen la contundencia de Gears of War 3 y el control de nuestro personaje es demasiado pobre comparado con Assassin’s Creed. Y es que, Ezio se mueve por las fachadas que ríete de las hazañas escalando tuberías de Nate.
En general, el juego convence porque gusta lo que cuenta, gustan los personajes y porque llama la atención a través de los ojos. Pero, por el resto, su falta de libertad hace que no llegue a convencer del todo.
Sin embargo, y de arranque, ya se ha convertido en el megabombazo que todo el mundo esperaba. Y, además, con un modo multijugador mejorado para que todo el mundo pueda hacer las clásicas competiciones, pan nuestro de cada día...
En definitiva, un juego grande como su propio nombre, pero que, tal vez, se haga sombra a si mismo. Y es que, a veces, cargar una segunda parte de tanto espectáculo puede hacer que se espere tanto de la tercera que no llegues a tu propia altura nunca más.
Publicidad